¿Cuánto sabemos del espectro autista?

Padres, familiares o cuidadores deben tomar las medidas necesarias cuando observen signos de alerta.

Miércoles 27 de junio de 2018

¿Cuánto sabemos del espectro autista?
escrito por

Macarena Berrocal, académica de fonoaudiología, U. San Sebastián sede Valdivia

El “Trastorno del Espectro Autista” (TEA) según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, se denomina como un espectro que se presenta con distintos niveles de aspectos comprometidos y grado de severidad, lo que responde a un continuo de “síntomas centrales”, como lo son la comunicación, socialización, patrones de intereses y conducta, además de “síntomas asociados”, como la deficiencia cognitiva (29,8%), epilepsia (33%), problemas gastrointestinales (9% a 70%) y trastornos del sueño (40% a 80%).

En la mayoría de los casos de TEA, se observa y es posible de pesquisar dificultades sociales, comunicativas e imaginativas desde edades tempranas. Éstas se presentan a lo largo del ciclo vital, con diversas características e intensidad, y según desarrollo, por ejemplo, en la primera infancia o en la etapa educativa. En tanto, entre un 20% y 40% de los casos las señales de alerta frente a la presencia del trastorno aparecen una vez que hitos significativos del desarrollo han cursado una evolución -aparentemente- normal, manifestándose luego, como una pérdida o regresión de estos.

El diagnóstico se espera que sea entregado por un especialista neurólogo, quien debe coordinarse con un equipo multidisciplinario integrado por Terapeuta Ocupacional, Fonoaudiólogo, Psicólogo y Educador Diferencial, los que con un enfoque integral y “holístico” participarán de un proceso de intervención que tendrá como objetivos, según cada caso, la adquisición, superación, adaptación y/o mejoramiento de conductas, en las diversas áreas de desarrollo, que le permitan desenvolverse con mayores herramientas en el contexto personal, familiar, escolar, social y laboral.

Como factor aportativo en esta criba diagnóstica, nos encontraremos con un repertorio de rasgos que pueden ser considerados como “banderas rojas” en la delimitación del cuadro; algunos de estos signos son: retraso o ausencia del habla, no responder a las expresiones faciales o sentimientos de los demás, falta de juego simbólico, ausencia de imaginación, no mostrar interés por otros niños, no señalar objetos, falta de utilización social de la mirada, falta de iniciativa en actividades o juego social, estereotipas, entre otros.

Los padres, familiares o cuidadores debieran tomar las medidas necesarias cuando observen signos de alerta, ya que mientras más temprano se diagnostique e intervenga al niño, mayores serán las habilidades que éste adquirirá, en etapas de gran plasticidad cerebral, para enfrentarse de mejor forma a la sociedad.

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