Hambre y saciedad: El desbalance que tiene a 3 de cada 4 chilenos con sobrepeso

La Encuesta Nacional de Salud dejó en evidencia un 74% de la población tiene exceso de peso. No se trata sólo de cambios nutricionales sino que culturales y educacionales. Por eso, es relevante entender la relación entre la bioquímica y la obesidad.

Viernes 1 de diciembre de 2017

Hambre y saciedad: El desbalance que tiene a 3 de cada 4 chilenos con sobrepeso
escrito por Álvaro Mociño

La obesidad es una enfermedad metabólica e inflamatoria, que afecta a todo el organismo.  La forma de enfrentar sus consecuencias o prevenirlas tiene distintas dimensiones, pero esencialmente, uno de los caminos de más largo aliento es el de la educación no sólo nutricional sino también deportiva, además del conocimiento respecto a cómo funciona nuestro cuerpo.

Dentro de esa línea, Álvaro Álvarez, académico de la carrera de Bioquímica de la U. San Sebastián asegura que el enfoque debe ser educacional, porque las personas con obesidad necesitan información sobre la actividad física, pero no cualquiera, sino aquella que tenga bajo impacto y buenos resultados. “Tiene que saber por qué es malo comer en exceso y entender cómo funciona su cuerpo desde el punto de vista bioquímico”, indica.

Álvarez explica que “cuando uno come se liberan moléculas como la leptina que está asociada al tejido adiposo y que actúa a nivel del cerebro y del hipotálamo y que existe otro grupo de moléculas como la melanocortina que está relacionada con el gasto energético y la restricción alimentaria, lo que se traduce en la sensación de hambre y saciedad”.

Por eso precisa que “cuando tenemos hambre ocurre que la cantidad de leptina baja y se activan otras moléculas y controles que se llaman anorexigénicos (de ahí viene el término anorexia que es no tener hambre) y los oroxigénicos que implican lo contrario”.

Cuando existe sobrepeso y obesidad todos estos mecanismos se alteran, porque tiene que ver con el balance entre lo que uno como versus lo que necesita.

El docente indica que cuando se ingieren menos alimentos de los requeridos se empieza a adelgazar porque se ocupan las reservas energéticas del organismo, pero si se da la situación inversa, este exceso se convierte en masa y se almacena como tejido adiposo.

Álvarez agrega que esto es porque “evolutivamente estamos orientados al almacenamiento ya que tenemos los mismos genes desde hace diez mil años cuando la comida era escasa”.

Si a eso le sumamos que tenemos una dieta exagerada en calorías y estamos haciendo poca actividad física, se obtiene esta tendencia al sobrepeso y la obesidad.

El académico USS dice que los resultados de la Encuesta Nacional de Salud “son impactantes, porque subió casi un 50% la obesidad mórbida y además estamos hablando de que tres cuartos del país está con sobrepeso”.

La culpa no es de los genes

Respecto a las causas de esta tendencia creciente al aumento de peso de la población, el docente sostiene que “si uno considera la genética, su responsabilidad en el sobrepeso u obesidad no pasa de un 6 ó 7 por ciento y el resto tiene que ver con una mala alimentación y el desbalance en el gasto de energía”.

En ese sentido, Álvarez afirma que hay factores que contribuyen al alza del sobrepeso y cita como ejemplo lo que ocurre con los alimentos que contienen azúcar y grasa. “Son adictivos porque causan placer y su consumo equivale a lo que ocurre con el alcohol, los cigarrillos y drogas porque estimulan las dopaminas a nivel neuronal, es decir las vías de recompensa”, indica el académico.

Plantea que hay otro concepto a considerar que es la epigenética y que tiene que ver cómo el ambiente externo influye sobre la expresión de los genes

“Las personas que tienden a aumentar su consumo de alimentos, favorecen los mecanismos epigenéticos que apagan los genes que nos protegen. O sea no expresamos los genes de saciedad y mantenemos los que nos inducen a comer”, dice el docente.

Asimismo pone como ejemplo lo que pasa con las madres que tienen sobrepeso y obesidad, lo que se traduce en un aumento de las “probabilidades de que sus hijos tengan predisposición a la obesidad o la diabetes mellitus y a cualquier tipo de trastorno metabólico.

Por eso señala que “hay una carga ambiental y heredada, pero se puede modificar porque no es una condena”.  La idea es romper ese círculo vicioso, pero para ello se requiere de cambios culturales y educacionales.

El docente añade que el caso de una persona con sobrepeso u obesidad se debe considerar también lo que se conoce como lipotoxicidad.

“Cuando se acumulan muchos lípidos se incrementan los ácidos grasos libres que generan daños en las células beta pancreáticas y pueden predisponer a las personas obesas a tener Diabetes Mellitus", afirma el académico.

Además, plantea que esta inflamación constante por acumulación de grasas provoca “daño hepático, cardiaco y cerebral e incluso disfunción sexual, porque el exceso de oxidación impide la correcta irrigación sanguínea”.

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