El ‘enfermero’ de la mina San José

Cuando los médicos lograron comunicarse con los 33 mineros de Atacama atrapados bajo el cerro, preguntaron si abajo había alguien que supiera de primeros auxilios. En ese momento uno de ellos recordó lo que había hecho de joven y sin quererlo pasó a ser uno de los protagonistas principales de la historia que en estos días cumple cinco años.

Viernes 14 de agosto de 2015

El ‘enfermero’ de la mina San José
escrito por Daniela Pinto

"Cuando el doctor preguntó quién tenía conocimientos médicos, Urzúa –quien tenía el rango más alto entre los mineros- nos lo preguntó en voz alta y todos se quedaron callados. Se produjo un silencio total. Yo sí había puesto en alguna ocasión inyecciones y sabía tomar la presión, así que le dije 'ya, yo me ofrezco'. Y hablé con el doctor, me hizo unas preguntas y me declaró oficialmente el médico para cuidar a mis compañeros." Así recuerda Yonni Barrios el momento en que asumió la responsabilidad de ser el nexo entre los doctores en la superficie y el refugio con los 33 mineros, hace casi 5 años.

Este hombre se transformó en ese instante en uno de los pilares del operativo médico para mantener con vida y buena salud a los mineros que llevaban más de dos semanas atrapados y luchando por no perder la esperanza.

Fue "las manos, ojos y oídos de quienes estábamos arriba", asegura Marcela Zúñiga, la enfermera jefa del operativo. 

Ella, más los dos médicos jefes del equipo y Yonni Barrios, compartieron recuerdos con las 400 personas que asistieron el martes 4 de agosto al coloquio que efectuó IPSUSS justamente para analizar los aspectos médicos del rescate en la mina San José.

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Hasta antes de que los mineros fueran encontrados, Yonni Barrios era uno más del grupo. Compartió con sus compañeros los 17 días de incertidumbre, de espera, de lucha contra la desesperanza. Los víveres del refugio eran escasos y consistían en latas de atún, leche y galletas. 

Los alimentos fueron racionados de modo que, día por medio, cada uno pudiera tomar un sorbo de leche y untar una galleta en una especie de sopa que hacían con una lata de atún disuelto en 4 litros de agua.Barrios cuenta que veía a otros compañeros hurgando en los tarros vacíos para tratar de sacar los restos de pescado para comer algo o untándose los dedos con el aceite. Inevitablemente, los mineros empezaron a perder peso y el ambiente húmedo y caluroso, cercano a los 34ºC, les deterioró la piel.

Al principio estaban optimistas, recuerda Barrios. "Siempre se tuvo la posibilidad de salir por el túnel por nuestros propios medios. Que iban a traer máquinas y despejar, porque no sabíamos qué tan grande era la piedra que había caído". Creían que iban a ser rápidamente encontrados. Pero con el pasar de los días algunos comenzaron a desanimarse. Ahí comenzaron las primeras preocupaciones de salud dentro de la mina. "Teníamos cuidado de que nadie se aislara, de que permaneciéramos siempre juntos. Si se perdía uno íbamos a buscarlo porque existía la posibilidad de que alguno hiciera algo contra su propia vida", cuenta Barrios. No tenían acceso a más comida o medicamentos, pero al menos podían cuidar su salud mental.

Cuando las sondas perforadoras llegaron al túnel cercano al refugio -diecisiete días después del derrumbe- lo primero que hicieron los rescatistas fue instalar un teléfono que les permitiera hablar directamente con los mineros.

Imagen foto_00000010 El médico de la armada y especialista en medicina de submarinos, Andrés Llarena, explica: "Nosotros impusimos esta metodología que es costumbre en el área naval. En este esquema donde hay personas atrapadas, en el ámbito naval se pide un interlocutor, el más antiguo, el de mayor rango. Ahí buscamos el que tenga experiencia en ingeniería y medicina".

Así fue como Yonni Barrios recibió el encargo de cuidar la salud dentro del refugio. Su tarea consistía en hacer chequeos de rutina para enviar información al equipo médico en la superficie, tomarles la presión y la temperatura a sus compañeros, ponerles vacunas para evitar enfermedades y seguir instrucciones en caso de ser necesario. Por ejemplo, cuando uno de los mineros sintió fuertes dolores en el lado derecho del bajo vientre -clara sospecha de apendicitis- Barrios tomó una muestra de sangre y la envió a los doctores responsables para pudieran analizar. Por suerte no era apendicitis.

"Al principio todos cooperaban con ir a verse la presión y la temperatura. Después ya no, había que ver su ánimo para hacer el trabajo", recuerda Barrios. Cuenta que para vacunar era aún más complicado porque no querían ponerse las inyecciones, así que tenía que buscarlos personalmente para cumplir su labor.

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"Yo tenía muchas ganas de agradecer a Yonni Barrios, por vacunarlos, entregarles los medicamentos, controlarles la presión, la temperatura", recuerda Marcela Zúñiga, la enfermera que se contactaba con los mineros. Para ella, la acción de Barrios era lo más cercano que podía estar ella para atender a sus pacientes.

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Gracias a este minero y a su disposición para cumplir con su deber, el equipo médico pudo mantener a los 33 hombres en las mejores condiciones de salud posibles. Él fue el 21° en salir de la mina y su vida volvió a ser como antes: tranquila, junto a su pareja. La diferencia es que ya no trabaja en minas, sino en una municipalidad.

Para ver y escuchar el relato completo de Yonni Barrios y el equipo médico, pinche aquí .

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