La nueva normalidad

Por cierto que esta reapertura tenemos que hacerla muy prudentemente, y avanzar midiendo cuidadosamente los resultados de los pasos a dar, diseñando estrategias muy localizadas y especificas a cada situación. Estamos en proceso de búsqueda de las alternativas que nos permitan minimizar el riesgo y proteger la vida real, presente y futura, de todos nosotros.

Lunes 27 de abril de 2020

La nueva normalidad
escrito por

Manuel José Irarrázaval, director Instituto de Políticas Públicas en Salud, U. San Sebastián.

Este es el nombre con que se está caracterizando a la etapa actual de la pandemia, pero ¿qué significa? 

La estrategia que hemos establecido para protegernos parcialmente del Covid-19, del cual conocemos algo, pero insuficiente, del cual no tenemos tratamiento confiable y que en un mes ha arrasado todo el mundo, ha sido básicamente escondernos de él. 

Ese es el efecto esencial de la cuarentena y ha demostrado eficacia. 

Pero, esa estrategia tiene consecuencias y algunas muy serias. Por una parte al “aplanar la curva” y de ese modo evitar el colapso de los sistemas sanitarios, si bien evita a muchos enfermar y a algunos morir, se mantiene un número muy importante de personas susceptibles de contagiarse al relajar las restricciones, la llamada “ segunda ola”. Esto se transforma en una amenaza grave que puede obligar a cuarentenas repetitivas por periodos largos, probablemente más de un año. 

Por otra parte, la cuarentena por su naturaleza, establece una enorme limitación a la vida normal de las personas, lo que tiene obvias e importantes consecuencias personales, familiares y profesionales. Esta limitación de la actividad está generando severos trastornos en el trabajo, educación, negocios, comercio, etc., que se estima serán casi tan graves como la Gran Depresión de 80 años atrás. 

De ahí deriva el empeño de nuestras autoridades por “reabrir” colegios, supermercados, negocios, y empresas. La actitud de mentes apasionadas y confundidas ideológicamente, que demonizan este esfuerzo como “privilegiar el neoliberalismo sobre la vida”, es completamente erróneo. 

Por cierto que esta reapertura tenemos que hacerla muy prudentemente, y avanzar midiendo cuidadosamente los resultados de los pasos a dar, diseñando estrategias muy localizadas y especificas a cada situación. Estamos en proceso de búsqueda de las alternativas que nos permitan minimizar el riesgo y proteger la vida real, presente y futura, de todos nosotros. 

¿Qué lógica tiene mantener cerrados todos los colegios de una zona en que no hay ningún caso de infección? ¿Cuánto daña marginar a los niños y jóvenes del  proceso educativo por un año? ¿Qué apoyo podemos darle realmente a quienes viven de un trabajo diario para mantener a su familia? ¿Cómo vamos a recuperar los cientos de miles de puestos de empleo que estamos perdiendo por cierre de pequeños negocios, tiendas y emprendimientos? 

El nombre de nueva normalidad refleja bien esta etapa, que probablemente será muy larga y dura, donde tendremos que aprender a convivir con esta amenaza hasta que podamos vacunar masivamente a la ciudadanía. 

Mientras tanto, nos corresponde a los ciudadanos “de a pie” colaborar lealmente con nuestras autoridades, especialmente las de salud, que han demostrado un notable profesionalismo ante una pandemia por un agente previamente desconocido, frente al cual vemos que ningún país del mundo estaba bien preparado. Para ayudar en este proceso, debemos aportar ideas para intentar estrategias particulares mejores, además de condenar claramente la actitud de quienes intentan instrumentalizar esta dramática situación para obtener mezquinos y dudosos beneficios políticos. 

Es hora de reconocer el  esfuerzo, dedicación, profesionalismo y éxito de la estrategia seguida por el Dr. Mañalich y su equipo, a pesar de sus ocasionales “salidas de libreto”, que por lo demás son bastante comprensibles en el difícil escenario en que le corresponde desempeñarse.

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