¿Odontofobia? que el miedo no te gane

Se estima que una de cada 10 personas padecen odontofobia, en un contexto que no discrimina ni edad ni género.

Jueves 22 de junio de 2017

¿Odontofobia? que el miedo no te gane
escrito por

Enrique Fernández, académico Facultad de Odontología, U. San Sebastián

En su primera entrevista, el nuevo Primer Ministro francés, Édouard Philippe, manifestó que uno de sus mayores temores en la vida es tener que ir al dentista. Nada extraño si consideramos que en el mundo, una de cada 10 personas dice padecer odontofobia.

Pero ¿por qué lo llamamos odontofobia?

La fobia, en este caso, representa un tipo severo de ansiedad dental, caracterizado por una marcada y persistente preocupación en relación a situaciones u objetos claramente distinguibles, como por ejemplo, las inyecciones o situaciones dentales en general.

Incluso, hay publicaciones que reportan que  un paciente con fobia dental llega a sufrir, en promedio, 17.3 días de dolor antes de consultar al odontólogo. Además, la ansiedad dental es considerada un potente predictor de riesgo de caries. Existe una evidencia clara de que la ansiedad dental y más aún la odontofobia, genera una disminución del estado de salud oral del individuo, aumentando la prevalencia de la enfermedad de caries.

Algunas recomendaciones para controlar o disminuir la odontofobia: 

  • Realizar cuestionarios previos al tratamiento que intentan pesquisar el origen y magnitud de la ansiedad experimentada.

  • Terapia de naturaleza conductista del tipo “desensibilización sistemática”, en la que se busca exponer al sujeto de manera gradual o incremental al estímulo que gatilla la fobia. En este proceso, el individuo primero identifica y acepta que tal o cual estímulo es el desencadenante y en segundo término, el sujeto aprende estrategias de relajación o confrontación al estímulo.

  • Terapias cognitivas de orientación conductista se remiten a inducir respuestas ante estímulos específicos, pero que el sujeto maneja o controla cognitivamente o de modo consciente, no de tipo reflejo. Por ejemplo, manejo de la frecuencia y profundidad de la respiración, terapias de relajación como músico terapia, etc.

  • La hipnoterapia es quizás un recurso de los que menos se ha echado mano, ya que no existe hasta el momento evidencia científica sólida que demuestre ser superior cuando se le compara con algunas de las terapias de corte cognitivas de orientación conductista ya mencionadas.

  • Si lo anterior no fuera suficiente, se puede recurrir a la farmacología. El uso de sedación consciente mediante inhalación de óxido nitroso, así como el uso de ansiolíticos, como las benzodiacepinas, son alternativas que correctamente indicadas y administradas, resultan ser clínicamente efectivas, especialmente en niños y en algunas  personas con discapacidades cognitivas de menor cuantía.

Es fundamental apuntar hacia un cambio cultural que implica generar hábitos que conviertan la ida al dentista en algo natural. Así, se puede lograr establecer vínculos de confianza con nuestro doctor, permitiendo enfrentar los temores de mejor manera, y de este modo, disminuir el factor incertidumbre que habitualmente se apodera de nuestras mentes al referirnos al tratamiento odontológico.

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