Estados Unidos versus Corea del Norte, una disputa de egos

Si la situación actual escalara a una guerra real, será una verdadera guerra de egos. Ni Jong-un ni Trump tendrían claro el porqué del enfrentamiento, su única motivación sería mostrarse como el más fuerte.

Martes 5 de septiembre de 2017

Estados Unidos versus Corea del Norte, una disputa de egos
escrito por

Constanza Fernández, directora de Ciencias Políticas y Administración Pública USS

Sin lugar a dudas el personaje más enigmático de la política contemporánea es Kim Jong-un, el presidente/dictador de Corea del Norte. Su cargo oficial es ‘Líder Supremo de la República Popular Democrática de Corea’, título que heredó en 2011 cuando falleció su padre, Kim Jong-il, quien póstumamente ostenta el título de ‘Líder Eterno de la República’.

Se especula sobre asuntos tan básicos como su fecha de nacimiento, dónde fue educado, si alguno de sus hijos podrá ser su heredero, e incluso sobre si le correspondía a él heredar el cargo de su padre. Pero el real problema de no saber qué está pasando en Corea del Norte es que se desconoce cuántas de sus amenazas podrían volverse realidad. Esto resulta particularmente complejo considerando que su rivalidad no solo es con su vecina Corea del Sur, sino que también con Estados Unidos, y más aún porque las amenazas no son diplomáticas o económicas, sino que nucleares.

Fuego y furia

Han abundado en la prensa comparaciones con el enfrentamiento entre la Unión Soviética y Estados Unidos, en el marco de la Guerra Fría. La crisis de los misiles, la que en 1962 tuvo al mundo a punto de presenciar la primera (y que, por sus consecuencias, también hubiera sido la última) guerra nuclear, fue un escenario distinto al que vivimos hoy.

A principios de agosto el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publicó una serie de tuits provocadores, con los que la relación ya delicada entre su país y Corea del Norte, se volvió aún más compleja. En ellos sostuvo que si Kim Jong-un seguía amenazando a EE.UU., su país desataría “fuego y furia como el mundo jamás ha visto”. Corea del Norte respondió anunciando que dispararía misiles hacia Guam, una pequeña isla en Oceanía sobre la cual Estados Unidos ejerce soberanía. Es una zona altamente militarizada, hogar de miles de soldados norteamericanos, y con presencia constante de bombarderos. Además es un popular destino turístico para chinos y japoneses. Lo delicado es que se ubica solo tres mil kilómetros de distancia de la península coreana.

Pyongyang no concretó la amenaza, a lo que Trump respondió que “Kim Jong-un tomó una decisión muy sabia y razonada. La alternativa hubiera sido catastrófica e inaceptable”. Lamentablemente solo días después Estados Unidos y Corea del Sur llevaron a cabo ejercicios militares conjuntos en la frontera entre las Coreas, lo que fue calificado por el gobierno norcoreano como “irresponsable”, ya que “llevan la situación a una fase incontrolable de la guerra nuclear”. Agregó que “ni Guam, ni Hawai, ni el territorio continental estadounidense podrán evadir un ataque sin piedad”.

Impericia de Trump

Corea del Norte lanzó, para probar su armamento, un misil balístico hacia el Océano Pacífico, el que sobrevoló Japón, irónicamente, en la víspera del “día internacional contra los ensayos nucleares”, el que se conmemora el 29 de agosto. El ataque no tuvo un blanco directo ya que Kim Jong-un señaló que antes de disparar observará “la tonta y estúpida conducta de los yanquis”.

Lo que sin duda Jong-un ha logrado es poner en evidencia la falta de preparación de la administración de Trump para lidiar con una crisis en política exterior. Y esta es justamente la mayor diferencia con la administración de Kennedy, quien manejó la crisis de los misiles y evitó un enfrentamiento nuclear.

Si la situación actual escalara a una guerra real, será una verdadera guerra de egos. Ni Jong-un ni Trump tendrían claro el porqué del enfrentamiento, su única motivación sería mostrarse como el más fuerte.

Solo nos queda esperar que el misterio que rodea a Corea del Norte se haya creado para ocultar que, en realidad, no tienen las capacidades militares que dicen tener, y que, por tanto, sus amenazas sean vacías y todo este asunto quede en mera retórica. Hay certeza de que poseen misiles balísticos intercontinentales, con rango suficiente para llegar a territorio continental estadounidense. Además, por las pruebas que han realizado, se sabe que cuentan con un programa nuclear bastante avanzado, pero se desconoce si han desarrollado la tecnología suficiente para que un misil nuclear alcance a EE.UU. Esperemos que si se llegan a alcanzarlo, sea en más de tres años, cuando el escritorio de la Oficina Oval de la Casa Blanca sea utilizado por alguien con la capacidad de controlar una crisis de esta magnitud y no por su actual ocupante, que solo ha echado más leña al fuego.

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