Una nueva mirada al fenómeno de los jóvenes NINI

Los mundos juveniles son diversos y dinámicos, pues pueden convivir expresiones totalmente distintas entre sí, por ejemplo, aquellos jóvenes que interrumpieron sus estudios por motivos de fuerza mayor como un embarazo y quienes, teniendo una serie de privilegios, no han empleado los recursos a su alcance para estudiar o trabajar.

Miércoles 10 de abril de 2019

Una nueva mirada al fenómeno de los jóvenes NINI
escrito por

Alina Muñoz, académica de Ingeniería Comercial Universidad San Sebastián

El diseño de políticas públicas y programas de acción requiere de datos empíricos que permitan que su campo de actuación garantice cierta efectividad y eficiencia. Esta visión, que no es nueva, es también aplicable al ámbito de la empresa privada y, en general, a todas las organizaciones de la sociedad que gestionan relaciones con públicos, los cuales deben ser (re)definidos cada cierto tiempo, por la vía de la investigación de sus características materiales y subjetivas.

En Chile, desde hace un tiempo se han generado nuevos datos, más actualizados, respecto del llamado fenómeno de jóvenes NINI. Así, por ejemplo, investigadores de la Universidad Andrés Bello publicaron hace unos meses un estudio en el cual se informan los factores predictivos del llamado fenómeno NINI, esto es, las características que nos hacen pensar qué puede llevar a convertir a una persona en un NINI. En su conjunto, y empleando datos de la Encuesta Casen (1990-2015) Panel Casen (1990-2009), los investigadores lograron explicar un 43% del fenómeno de “ni” trabajar “ni” estudiar a partir de las variables con las cuales cuenta la institucionalidad Casen.

Sin embargo, en razón de pensar en políticas públicas estratégicas y de usar de manera sabia los datos, hay dos miradas críticas, y necesarias, que debemos hacer; primero, revisar el rendimiento interpretativo del concepto en uso y, segundo, cuestionar la falta de datos, en tanto dicha carencia nos puede hacer creer -erróneamente- que el mencionado fenómeno NINI expresa la realidad de un solo tipo de juventud.

Bajo este paraguas conceptual conviven profesionales universitarios, inclusive con estudios de posgrado, que no han logrado insertarse en el mercado laboral formal.

Grupo heterogéneo

El grupo de jóvenes NINI lo componen, conceptualmente, quienes tienen entre 19 y 29 años y que además no trabajan ni estudian. Así, bajo este paraguas conceptual conviven profesionales universitarios, inclusive con estudios de posgrado, que no han logrado insertarse en el mercado laboral formal, por ejemplo, con jóvenes que por otras diversas razones aparecen como “no trabajando ni estudiando” en el registro. Pero, ¿son parte de la misma cosa?, ¿podemos pensar en políticas públicas sin antes cuestionarnos la calidad de la interpretación del fenómeno? Ciertamente, no es responsable pensar que sí lo son.

En primer lugar, y si sólo nos centramos en los datos entregados por la institucionalidad Casen, no se trataría de un fenómeno único sino más bien de varios fenómenos que, al utilizar una misma categoría para agruparlos a todos, quedan invisibilizados en el debate académico y público. Sobre todo si pensamos que, empleando dichos datos, explicamos un 43% de la condición. Entre los factores predictivos más fuertes -señalan los investigadores- está la misma condición joven (si se tiene entre 19 y 29 años), con un 10,7% del peso explicativo, siendo el segundo factor si se es pareja del jefe de hogar (con un 10,1% de la explicación), y el tercer factor en importancia responde a si se vive en un hogar donde no hay telecomunicaciones (8,1%).

 Esto se puede dar por una serie de motivaciones distintas entre sí; algunas de ellas podrían ser compartidas para cada uno de nosotros, como la posibilidad de descansar en determinados periodos de vida o la de incorporarse voluntariamente al trabajo doméstico y de cuidados infantiles, por un tiempo determinado.

 Sabemos que los mundos juveniles son diversos y dinámicos, y que pueden convivir expresiones totalmente distintas entre sí, como aquellos jóvenes que interrumpieron sus estudios por motivos de fuerza mayor (maternidad o paternidad adolescente o condenas por infracción de ley, etc.) con aquellos que teniendo una serie de privilegios societales no han empleado los recursos a su alcance para estudiar o trabajar y desarrollarse como hubiesen querido.

En segundo lugar, quizás producto de la falta de datos provenientes de las subjetividades juveniles, la situación ha hecho pensar a algunos que se trata, de manera general, de jóvenes que por decisión voluntaria no quieren ni estudiar ni trabajar, creencia que, por otra parte, se ha convertido en una caricatura mediática del fenómeno. Efectivamente, puede haber quienes no quieren ni estudiar ni trabajar. Pero, inclusive, esto se puede dar por una serie de motivaciones distintas entre sí; algunas de ellas podrían ser compartidas para cada uno de nosotros, como la posibilidad de descansar en determinados periodos de vida o la de incorporarse voluntariamente al trabajo doméstico y de cuidados infantiles, por un tiempo determinado.

Prejuicios

En este sentido, “lo NINI” no debe ser leído como un fenómeno unidimensional ni menos como una tendencia correspondiente a un solo tipo de joven. Es ante todo la expresión de distintas formas de desarrollar trayectorias vitales; educativas y laborales, pero también de modos de desarrollo no convencionales, donde los datos que disponemos no nos alcanzan para diseñar políticas públicas inteligentes y, en cambio, nos empujan a prejuiciar, a veces caricaturizando, a los jóvenes que ni estudian en los sistemas formales de educación y que tampoco trabajan de manera remunerada.

En síntesis, no podemos seguir promoviendo el uso del concepto “jóvenes NINI” en un sentido totalizador, pues –al emplearlo en la interpretación- se vuelve vacío, confuso y, a lo menos, adulto céntrico, menos aun cuando lo empleamos para pensar políticas públicas que generen nuevas oportunidades hacia nuestros jóvenes; tan diversos y complejos, como los datos que hoy nos hacen falta.

 

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