El cristal blanco equivocado: no es la sal sino el azúcar

Estudio publicado en la revista Open Heart señala que el azúcar está presente de manera oculta en varios alimentos siendo un factor etiológico en la hipertensión y otras enfermedades cardiometabólicas como la obesidad y diabetes.

Viernes 19 de diciembre de 2014

El cristal blanco equivocado: no es la sal sino el azúcar

La enfermedad cardiovascular es la principal causa de mortalidad prematura en el mundo, y la hipertensión es su factor más influyente.

Controlar la hipertensión se ha convertido en uno de los grandes focos en distintas iniciativas en políticas públicas en salud en el mundo y una de las maneras de enfrentarla ha sido enfocándose en disminuir el consumo de sodio o sal por parte de la población.

No obstante, un punto que casi no se toca en la estrategia de reducción de este nutriente es el predominio de sodio en la comida industrialmente procesada, donde está presente en el proceso de producción. Pero eso no es todo, estos alimentos también poseen la característica de contener altos índices de azúcar añadida, consumo que puede ser directamente asociado a la hipertensión y riesgo cardiometabólico.

Una investigación publicada en la revista Opeb Heart señala que la evidencia de estos estudios epidemiológicos y testeos experimentales en animales y humanos sugieren que el azúcar añadida, particularmente la fructosa, puede aumentar la presión arterial y la demanda de oxígeno del  miocardio, contribuyendo a la inflamación, resistencia a la insulina y otras disfunciones metabólicas más amplias.

Y aunque no hay duda  que reducir la ingesta de alimentos procesados es altamente recomendable, los argumentos de este estudio se enfocan en que los beneficios de tales recomendaciones tienen menos que ver con el sodio— mínimamente relacionado a la presión arterial y quizá incluso a riesgo cardiovascular— y más con carbohidratos refinados.

Es tiempo de que las políticas cambien el foco del sodio y se concentren en el aditivo alimentario más frecuente: el azúcar. Una reducción del azúcar añadida, particularmente la fructosa en los  alimentos procesados, no sólo ayudaría a frenar las tasas de hipertensión, sino también ayudaría a abordar los problemas más amplios relacionados con enfermedades cardiometabólicas. 

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