Confianza para alcanzar el progreso

No lograremos el anhelado desarrollo ni tendremos una paz social duradera si no confiamos en nuestra institucionalidad, en nuestros líderes ni en las personas que nos rodean.

Martes 14 de mayo de 2019

Confianza para alcanzar el progreso
escrito por

Fernando Quiroga, vicerrector sede Concepción Universidad San Sebastián.

Si analizamos los cambios que ha vivido la sociedad en los últimos años, no podemos desconocer que la crisis de confianza ha generado un daño que impacta en diversos ámbitos. Si bien la nuestra nunca fue una sociedad en que los ciudadanos manifestaran  altos niveles de confianza en el otro, hace un par de décadas vivíamos en un país que confiaba en la probidad de sus instituciones y autoridades. Hoy eso ha variado radicalmente.

Estudios de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, plantean que el 60% de los encuestados dice que no se puede confiar en los demás. Otros informes dejan a Chile como el más desconfiado de los países integrantes de la OCDE y el quinto en Latinoamérica.

La desconfianza es una de las situaciones más preocupantes que debemos enfrentar, puesto que no lograremos el anhelado desarrollo ni tendremos una paz social duradera si no confiamos en nuestra institucionalidad, en nuestros líderes ni en las personas que nos rodean.

Gran parte de los problemas económicos de un país tienen relación con los niveles de desconfianza, ya que los agentes económicos requieren certezas para invertir y un clima de confianza potencia la innovación y el emprendimiento. Del mismo modo, la confianza permite que haya altos niveles de participación ciudadana y cultura cívica. Propicia la adhesión a determinadas causas y la participación en organizaciones sociales. Asimismo, la confianza fomenta la cohesión social y la asociatividad. En conclusión, es factor primordial en el bienestar, desarrollo y buena convivencia de un país.

Por cierto, la crisis de confianza tiene entre sus causas los problemas de financiamiento de la política y los casos de corrupción, tanto en las instituciones públicas como privadas, de los que hemos sido testigos en los últimos años. Y aunque consideremos que no tenemos responsabilidad en el clima al que hemos llegado, es deber de cada chileno preguntarse qué hacer para contribuir a generar un ambiente de confianza. Actuar siempre con autenticidad y coherencia hasta en las situaciones más cotidianas es fundamental, así como denunciar actos reñidos con las normas y la ética en nuestra vida diaria aunque ello nos resulte complejo y no nos reporte dividendos. Esforzarnos por mejorar los estándares éticos de nuestro país debe ser un objetivo primordial sobre todo para quienes trabajamos en educación y debemos dar esperanzas a los jóvenes de tener un país probo. Un país con cero tolerancia frente a los actos de corrupción y donde la palabra empeñada tenga un valor superior.

Para eso debemos volver a confiar en el otro. Tenemos que colaborar para mejorar los niveles de confianza. En ese contexto, valoro el llamado del intendente regional del Biobío, Sergio Giacaman, quien una vez que asumió invitó a tender puentes entre los diferentes sectores. Fomentar el diálogo, el acercamiento y la buena voluntad de cada uno de los actores, nos permitirá progresar y mejorar la calidad de vida de los habitantes de la Región del Biobío. Tenemos el desafío de trabajar por el bienestar de las personas en situación de calle, de los niños que viven en instituciones, de los enfermos y de los adultos mayores. Podremos contribuir a mejorar la situación de los grupos más vulnerables si logramos tener una sociedad con instituciones legítimas y en que la rectitud y la probidad sean la base del actuar de todos. Una tarea compleja, pero imprescindible.

Vea la columna en diario El Sur

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