¿Qué hacer para que el chileno aprenda a usar sus medicamentos?

La educación y el seguimiento fármaco-terapéutico son fundamentales, particularmente en la atención primaria, donde el químico farmacéutico tiene un rol activo, al estar presente en el momento de la dispensación de los fármacos.

Miércoles 8 de noviembre de 2017

¿Qué hacer para que el chileno aprenda a usar sus medicamentos?
escrito por

Marcela Pezzani, directora de Escuela Carrera Química y Farmacia USS

¿Por qué se automedica el chileno? Eso es algo intrínseco nuestro porque se considera al medicamento como la solución para todos nuestros problemas de salud. También influye que hoy tenemos un mayor acceso a los fármacos y mucha información disponible a través de internet.

Si pensamos cuál sería una de las claves para enfrentar el problema de la automedicación, tenemos que educar a las personas en el uso racional de los medicamentos, que se conozcan sus riesgos, que no son buenos para todas las personas en distintas condiciones o situaciones. Que éstos interaccionan entre sí  y su efecto beneficioso puede verse anulado o provocar reacciones adversas cuando se consumen varios productos por cuenta propia.

La educación y el seguimiento fármaco-terapéutico son fundamentales, particularmente en la atención primaria, donde el químico farmacéutico puede tener un rol más activo,  porque tiene que estar en el mesón donde se dispensan los medicamentos.

Se trata de orientar al paciente respecto al correcto uso, a qué hacer con los medicamentos vencidos o dónde guardarlos en la casa y qué sucede cuando tengo un efecto adverso, además de los aspectos propios de los tratamientos como las dosis o frecuencia de consumo.

Asimismo, en la población en general, la educación farmacológica se debe trabajar en los niños y los colegios para ir generando una cultura del medicamento, que implique aprender cuando se deben tomar, por qué, bajo qué condiciones y que los profesionales de la salud puedan orientar a las personas y familias respecto a su uso.

Hoy es muy difícil que a los niños les hablen de los medicamentos en sus clases, porque no está dentro de los programas de estudio de sus asignaturas.

Debería  incorporarse  pero no sólo como talleres externos o en forma de charlas o material didáctico.

Otro aspecto importante es trabajar en terreno con la gente que está ávida de saber cómo usar correctamente sus medicamentos o sus pastilleros.

A esto hay que sumar la necesidad de mejorar la adherencia a los tratamientos, porque cuando las personas están informadas, cumplen con sus terapias y eso da mejores resultados en salud y disminuyen los costos asociados a la inefectividad o mal uso de los medicamentos.

En las farmacias, las personas también tienen que jugar su papel y tendrían que  pedir la orientación de un químico farmacéutico en su oficina y no sólo recibir la atención del auxiliar de farmacia

Se hace necesario cambiar el concepto que se tiene del profesional en las farmacias de venta al público para que tengan un rol no tan administrativo sino más cercano al paciente.

Finalmente las campañas masivas pueden tener un mayor impacto en la educación farmacológica y se podría establecer un decálogo de consejos para la población, reforzando la necesidad de consulta con un profesional de la salud, ya sea un médico, enfermera o químico farmacéutico.  Todo esto debería ser un trabajo transversal entre los ministerios de Educación y Salud.

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