Verano y riesgos para embarazadas

Durante la gestación, la temperatura corporal es un poco más elevada que lo habitual, por lo que un alza de calor ambiental puede tener mayor impacto en este grupo de personas.

Jueves 7 de febrero de 2019

Verano y riesgos para embarazadas
escrito por

Erica Castro, matrona e investigadora Universidad San Sebastián

El verano es el tiempo ideal para descansar, viajar y disfrutar de actividades diferentes a las que realizamos durante el resto del año. Esto, genera alteraciones no sólo alimenticias, sino modificaciones  en hábitos de higiene y de comportamiento, los que pueden favorecer algunas alteraciones o riesgos en las mujeres embarazadas. 

En la temporada estival, las consultas por infecciones del tracto genital femenino aumentan de 10 a 30%. Las mujeres de todas las edades, pero preferentemente gestantes, tienen más riesgo de padecer vulvitis y vaginitis micóticas asociadas a candida albicans, una levadura u hongo que habita la piel y zona genital, así como mayor riesgo de infecciones urinarias. 

El número de personas que viajan al extranjero durante el verano se ha hecho frecuente. En este contexto, especial cuidado adquiere para las gestantes el que viajen a zonas endémicas de virus Zika, por el riesgo de microcefalia congénita, un desarrollo insuficiente del cráneo y de  la masa encefálica.

Por otra parte, es común que en esta época se ingieran alimentos como quesos artesanales y otros embutidos ahumados. Es en estos productos donde puede existir Listeria monocytogenes. El riesgo de infección en las embarazadas es de 17 veces mayor que en la población general y se asocia a la pérdida gestacional, ruptura de las membranas, parto prematuro e infección o sepsis de la criatura. 

Esta bacteria tolera temperaturas altas y bajas, así como elevadas concentraciones de sal, por lo tanto, resiste procesos de preservación a los cuales comúnmente son sometidos los alimentos. De ahí la precaución por los productos elaborados artesanalmente como helados, quesos, embutidos y productos ahumados. 

En estas últimas temporadas, nos hemos visto enfrentados a olas de calor que exponen a la gestante a elevadas temperaturas. La intolerancia al calor es habitual en la embarazada. Durante la gestación,  la temperatura corporal es un poco más elevada que lo habitual, por lo que un alza de calor ambiental puede tener mayor impacto en este grupo de personas.

En estudios publicados, se ha concluido que las temperaturas excesivas hacen que el cuerpo materno reaccione contrayendo los vasos sanguíneos como método de enfriamiento reduciendo la cantidad de nutrientes que pasan hacia el feto y favoreciendo nacimientos con peso menor. Por otra parte, en las últimas investigaciones se ha observado que el nacimiento prematuro se asociaría con un aumento de la temperatura ambiente y se ha identificado al segundo trimestre como una ventana de tiempo crítica para el riesgo de un parto prematuro por la exposición al calor. El aumento de la temperatura en la estación cálida plantearía un riesgo significativamente mayor en comparación con la estación fría.

Los niveles de glucosa es importante que estén en buen índice en las gestantes. Interesante es que se han observado fluctuaciones estacionales en los niveles de glucosa en ayunas y en los resultados de test de tolerancia a la glucosa. Recientemente se ha publicado que en una cohorte de más de 100 mil mujeres entre 2005 y 2016,  tanto la media como la incidencia de test de tolerancia alterados fueron más bajas en el invierno y más elevados en el verano. De ahí que se sugiere evaluar las condiciones climáticas locales y la variabilidad estacional de estos exámenes, así como poner énfasis en una alimentación saludable durante la época estival, ya que incrementa el consumo de jugos de frutas, bebidas y helados. 

El verano requiere que la mujer embarazada tome precauciones extras además de las propias de su estado. Estar en conocimiento de lo que nos puede afectar, permitirá reconocer lo síntomas si se presentan y favorecer la prevención.

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