Carta a los estudiantes de Medicina de la USS

La medicina es una herramienta al derecho inalienable que los hombres tienen a la salud y no puede ser concebida como una mercancía sujeta a las leyes económicas. La medicina es amor y no puede ser transada como un bien inanimado.

Viernes 10 de julio de 2015

Carta a los estudiantes de Medicina de la USS
escrito por

Mariano Ruiz-Esquide, médico y senador

A los alumnos y alumnas de Medicina de la Universidad San Sebastián

Estimados y estimadas colegas:
Permítanme saludarlos y saludarlas y señalarles que me es un agrado muy envidiable volver a saludarlos con mucho aprecio en el tiempo que falta para graduarse.
Estudiar Medicina es entrar a una maravillosa profesión pero requiere esfuerzo y sacrificio.
Ustedes colegas representan hoy para la universidad al igual que otros en el ayer y en el mañana la nobleza de la juventud, la fuerza del porvenir, la fe en el futuro de nuestra profesión y de nuestro pueblo. Es por eso que muy especialmente por ustedes y para ustedes, estamos comprometidos en la tarea de rescatar los valores más auténticos de la medicina y colocarlos al servicio de una nueva sociedad, que permita a su vez vuestro desarrollo personal que hoy comienza en una perspectiva tan distinta.
A esta tarea los llamamos con esperanzada confianza por el camino que podamos recorrer juntos. Vuestra respuesta positiva generará un compromiso que tiene la fuerza y la energía de un rito iniciático, o de un voto sacerdotal porque seréis médicos, es decir, apóstoles de un ideal, hasta el último día de vuestra existencia. Un compromiso que tiene la solemne profundidad del momento en que concebimos al hijo que nos prolonga al infinito o en la que juramos lealtad a las ideas que profesamos.
Un compromiso que exige finalmente luchar cada día por una sociedad solidaria, en la que al dolor de la enfermedad, no se agregue el dolor de la injusta pobreza.
Así pues, lo primero de todo deberá ser un proceso al interior de nosotros mismos. Un proceso que significa dejar de lado al hombre viejo que nos limita y dejar paso al Hombre Nuevo de que nos habla san Pablo. Un hombre nuevo donde los valores espirituales reemplazan al hedonismo de un mundo alienado, donde el hedonismo reemplaza al pragmatismo y donde la autenticidad de vida no cede jamás su lugar al acomodo que acecha cada Instante.
Un hombre nuevo que busca la verdad por encima de todo como una forma de ser de cada más libre y la proclama inoportunamente si es necesario, sin temor a vivirla, dispuesto a todas sus consecuencias.
Un hombre nuevo que buscara cada día ser más y no tener más, esencia de toda concepción humanista del hombre y fundamento de la revolución moral que Charles Peguy exigía de jóvenes franceses de su época.
Los vimos estudiar con ahínco, luchar con esfuerzo, sufrir el temor del fracaso y reír en la diaria convivencia de la sala o de la urgencia. Por ello, no podemos menos que abrazarlos con afecto y acompañarlos en la hermosa aventura del futuro. Proclamar orgullosamente vuestro esfuerzo personal, pero también recordarles que son parte de un cuerpo social que les ayudó a obtener el privilegio de ser médicos. No es esto empañar su alegría, sino rodearla de una actitud generosa.
Nadie es un lobo estepario, por eso, nadie obtiene un lugar en la vida sin que otro hombre nos haya entregado su amistad o su cuota de una gratitud generosa.
Detrás de cada uno de nosotros está el esfuerzo de un padre, el amor de una madre, la privación de los que nada tienen o el trabajo de miles de chilenos que en la estructura social hacen posible nuestro estudio por tantos años.
Recordar esto, les permitirá ejercer la profesión en la perspectiva solidaria de quien devuelve a su pueblo, lo que su pueblo le entregó.
Lo que han recibido formalmente en el día de hoy es una herramienta hermosa, eficiente y de tremendo valor. Sin jactancia podemos decir que otras disciplinas nos superan en espectacularidad o primacía social; pero ninguna en el goce interior que significa aliviar a un ser humano o acercar a Dios a través de los que sufren.
Por eso la medicina soló puede ser entendida como servicio y jamás como un instrumento de lucro.
La medicina es una herramienta al derecho inalienable que los hombres tienen a la salud y no puede ser concebida como una mercancía sujeta a las leyes económicas.
La medicina es amor y no puede ser transada como un bien inanimado.
Si la salud es un derecho humano anterior a toda organización social y los hombres nacen iguales la medicina, como la esperanza debe ser patrimonio de todos y jamás distinta según la capacidad económica de los enfermos.
Nada de lo anterior significa olvidar el derecho que tienen los médicos, al igual que todos los hombres, a una recompensa adecuada y justa por su trabajo o la obligación de la sociedad y del Estado tiene la obligación de garantizarla. Por el contrario la justa remuneración es inseparable del concepto de solidaridad social donde el Estado tiene un rol preponderante. Como tal es responsable de la estructuración de la salud, que la Medicina es uno de sus instrumentos.
Si la medicina se define como un servicio., será el Bien Común la norma que la rija.
Si en cambio se define como un bien transable, serán las leyes del mercado las que orienten sus organización.
En esa perspectiva planteamos nuestra clara opción por la primera.
La medicina nos acerca a Dios por el sufrimiento de sus hijos, pero no nos hace ser dioses para atropellar su voluntad, ni aun a pretexto del desarrollo científico.
Un desarrollo científico que nos obliga al estudio y al conocimiento cada vez más completo de sus técnicas; pro debe ser entendido como un medio para mejorar a los enfermos y no como un fin concupiscente de nuestra vanidad.
Creemos que esta concepción de la Medicina coincide como nuestra propia visión del ejercicio médico.
Porque nada hay nuevo en mis palabras. Ellas expresan ideas que se entroncan ya en la ética de Esculapio o Hipócrates; se empapan de misticismo en el en el medioevo se, se hacen heroicas en la vida de grandes investigadores del siglo pasado, y se traducen en nuestra legislación, que llega a ser la más avanzada de América. Son la esencia de la más pura tradición de nuestra actividad a través de los años y los nombres de muchos médicos ilustres son testimonios vivos de su permanencia.
Son ideas como éstas las que vimos encarnadas en nuestros viejos profesores y que nos hace recordarles con cariño, son éstas ideas, y no el afán de lucro, lo que hará perdurable en vuestro recuerdo el nombre de los maestros que hoy están con ustedes.
La medicina concebida de esta manera es un instrumento poderoso de perfeccionamiento social, porque buscará desarrollarse en una sociedad que garantice la protección de su objetivo, que es el hombre. La fuerza de vuestra convicción será el motor de esa búsqueda y la mesura a que nos inclina nuestra formación científica garantizará su racionalidad.
Esta nueva forma de vida deberá ser una sociedad que toma lo mejor de nuestra tradición cívica y se abre a los aportes de un mundo tecnificado para que no se pierda el sentido de comunidad tan necesario para el enfermo.
Deberá ser una sociedad que permita el desarrollo integral del hombre, para que la relación médico-paciente sea fructífera a este último.
Deberá ser una sociedad justa, donde la solidaridad entre sus miembros, basada en el bien común, permita mitigar el dolor sin resentimientos ni odios.
Deberá ser una sociedad donde el respeto a la libertad esencial del hombre dé tranquilidad a quien se siente indefenso en su postración.
Deberá ser una sociedad humanista donde el objeto de su preocupación sea el hombre y no las cosas que lo rodean, para que el paciente perciba que es una persona y no un simple objeto de observación.
Esta es la concepción del hombre, de la medicina y de su mundo en la que creemos con honestidad, pero también con humildad. Por eso se la presentamos como una opción de trabajo común. Jamás como una imposición dogmática ni como una verdad absoluta.
Si no la aceptan como válida, con mayor razón les pediríamos que atravesaran nuestras puertas para que de la confrontación de las ideas diferentes surja el consenso tan buscado y tan necesario ne nuestro seno.
Creemos sobre esto que nuestra conducta como hombres universitarios, es recoger el desafío universal de don Miguel de Unamuno "Debemos saber convencer y no solo saber vencer".
Si comparten esta concepción general, una larga tarea en común nos espera, porque deberán ser líderes a partir de hoy. Liderazgo que es inescapable a la condición de médico y que tarde o temprano, les será exigido por sus pacientes, su comunidad de trabajo o el pueblo mismo. Liderazgo que no significa otra cosa que orientar a los que confíen en ustedes, y siempre el médico será el depositario de la confianza de muchos hombres. Nos parecerá en ocasiones una misión insuperable y difícil de cumplir, aún en una vida entera.
No tengan dudas que sí podrán cumplirla. La fe mueve las montañas.
No tengáis tampoco miedo al tiempo; por el contrario hacedlo vuestro aliado para que la posibilidad del mañana no postergue la tarea de hoy, ni la prisa inútil el eje el objetivo final.
Tened si presente la hermosa advertencia de los versos de León Felipe: "Todo ahora hay que empezarlo ahora; ahora que el tiempo está pasando. Ahora que aún hay sol bajo las venas."

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