Educación cívica y participación ciudadana

En la educación cívica y el bien común no son monopolio de ningún partido o corriente política, de modo que el proyecto de ley y el anuncio gubernamental referidos deben considerarse como oportunidades de iniciar un auténtico, amplio y sustentable proceso educativo que, junto con democratizar el conocimiento, sea capaz de afectar la vida y el ser de las personas, generar virtudes cívicas, enseñar los derechos y las correlativas obligaciones humanas, cívicas y legales.

Jueves 5 de noviembre de 2015

Educación cívica y participación ciudadana
escrito por

Luis Bates, Director Centro de Educación Ciudadana, Facultad de Derecho, Universidad San Sebastián

El anuncio presidencial sobre la educación cívica como componente de la primera fase del denominado proceso constituyente y el proyecto de ley en actual trámite legislativo, que la reincorpora como asignatura independiente al currículum escolar, dan respuesta a dos situaciones: la insuficiente formación ciudadana que ha acompañado a los progresos sociales y económicos de las últimas décadas, por una parte, y la necesidad de educar cívicamente a niños y jóvenes, tarea pendiente, por otra. Anomia cívica que explica las múltiples expresiones de deterioro de la convivencia nacional, empezando por el desinterés por participar en la democracia política y social como instrumento de unidad en la diversidad, de conciliación de las diferencias, es decir, de paz.

De acuerdo al proyecto de ley referido, es tarea del Mineduc elaborar un adecuado currículum escolar, pero la educación cívica ciudadana y su amplísima temática que hoy excede los tradicionales componentes institucionales y abarca gran parte de la vida individual y colectiva de las personas de todas las edades regulada por el derecho, constituye un desafío mayor que, más allá de conformar la primera etapa del proceso constituyente, requiere poner el acento en las generaciones futuras y no en los próximos procesos electorales con el consiguiente riesgo de hacer prevalecer intereses partidistas o de fracciones sociales, si es que no demagógicos, por sobre el bien común.

Porque s.cl Es decir, crear cultura, que es lo que verdadera y esencialmente eleva a un persona sobre otra.
Producto de lo anterior puede ser la elección de mejores representantes, con predominio de las formas y apariencias por sobre la esencia, valores, principios e ideas y coherencia entre lo que se dice y hace además de generar leyes escritas en lenguaje comprensible a la ciudadanía, de modo que sean cumplidas no por la ficción legal de su conocimiento y temor a las sanciones, sino por la adhesión y respeto a los valores que protegen y su impacto en la vida cotidiana de las personas.

En resumen, mayor legitimidad, en el entendido de que los ciudadanos son en democracia los gobernantes finales, y dejar por ello de considerar a los gobiernos como podemos lejanos y ajenos. Un proceso cívico como el señalado requiere respuestas claras sobre quienes lo impartirán, contenidos, metodologías, universo a cubrir y evaluación de la enseñanza, para cuyo efecto existe abundante literatura,investigaciones, experiencias y estudios hoy disponibles, algunos muy recientes. En fin, debe abarcar una visión integral de todos los componentes que constituyen el proceso cívico centrado en la persona humana y su implementación, porque a las palabras con que se escriben las leyes y se dicen anuncios les sigue el complejo y, con frecuencia, subestimado desafío de su ejecución ("todo está en ejecución", decía Napoleón Bonaparte), y sus alcances en la legitimidad de los gobiernos y del Estado, más importante que aquellas en el largo plazo. Porque en el ámbito de la educación, los verdaderos progresos requieren el concurso del tiempo, son graduales, como lo ha sido la construcción de las grandes democracias.

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