Vacunas y Soberbia

Cuando alguien evita la vacunación que le corresponde a sus hijos, no pone solo en riesgo a esos niños, sino a la población entera. El camino se puede transformar en una culpa imperdonable si más adelante su hija enferma de rubeola durante un embarazo o sucumbe a una meningitis.

Domingo 10 de mayo de 2015

Vacunas y Soberbia
escrito por

Jaime Mañalich, director Instituto de Políticas Públicas en Salud U.San Sebastián.

Las vacunas probablemente representan el avance más sustantivo en la lucha por la supervivencia logrado en la historia de la humanidad. Inicialmente se desarrollaron para prevenir enfermedades infecciosas; sin embargo, cada vez incorporan más protección para otro tipo de enfermedades. No parece lejano el día en que existan vacunas para prevenir la Diabetes por déficit en la producción de Insulina, o para tratar ciertos tumores: próstata, mama o melanoma (de piel), considerando que hay experimentos en curso.

El programa gratuito de Chile previene las infecciones por Tuberculosis, Difteria, Tétanos, Tos Convulsiva, Hemophilus Influenza, Poliomielitis, Neumococo, Sarampión, Rubéola, Paperas y Meningitis. Al cubrir también la Hepatitis B y el Virus del Papiloma Humano, se genera protección contra el cáncer de hígado y el cáncer del cuello del útero. El esfuerzo que hacemos todos para que estas vacunas sean universales y gratuitas habla de lo mejor de un país.

Todas estas vacunas están probadas y son seguras, no son experimentales. Chile es un país orgulloso de la cobertura de su Programa. Para lograr una adecuada inmunización requiere que toda la población las reciba. Como estos microbios o virus dependen fundamentalmente de humanos que se enfermen y contagien, el buen control de las enfermedades vacunables exige que no haya personas susceptibles, lo que se logra cuando al menos 95 de cada 100 reciben la dosis que les corresponde.

Cuando alguien evita la vacunación que les corresponde a sus hijos, no pone solo en riesgo a esos niños, sino a la población entera. El camino se puede transformar en una culpa imperdonable si más adelante su hija enferma de rubeola durante un embarazo o sucumbe a una Meningitis. Asimismo, el profesional que recomienda no vacunar se expone a un severo riesgo civil y penal si luego la menor enferma.

Las vacunas son paradójicamente víctimas de su propio éxito. Han hecho olvidar enfermedades terribles que mataron a millones, y por ello, el peligro se ve lejano y la confianza se hace imprudente. Esto es una falacia. Los microbios y virus están siempre con nosotros, en un equilibrio muy precario. Un descuido, una irresponsabilidad, un discurso mal intencionado, y retrocedemos dos siglos.

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