No vivas de fotos amarillas

La mayoría de las personas convive con una limitación de salud, y el desafío es cómo enfrentar un proceso nuevo en la historia de la humanidad: envejecer con enfermedad.

Viernes 26 de junio de 2015

No vivas de fotos amarillas
escrito por

Jaime Mañalich, director Instituto de Políticas Públicas en Salud U. San Sebastián

Esta expresión está citada de la extraordinaria película chilena "La Once" de Maite Alberdi. En ella se rinde una homenaje a María Teresa, abuela de la directora, en sus últimos años de vida, enfrentando enfermedad, soledad, una ya lejana vida matrimonial idealizada y el encuentro mensual con un grupo que va mermando de antiguas compañeras de colegio.
La crítica ha sido unánimemente favorable y las lecturas que permite La Once son variadas. En particular, obliga a una reflexión acerca del envejecimiento, la enfermedad crónica con la que se convive y la preparación para una muerte digna. La entonces recién fundada Organización Mundial de la Salud, declaró en julio de 1946 que «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades". Se reconoce al ver esta película que esa definición de salud puede haber sido adecuada para la época; pero resulta errónea e inútil para los desafíos del siglo XXI.
Un reciente reporte de la prestigiosa revista Lancet señala que el año 2013, el 95% de la población mundial sufría de las secuelas de una enfermedad o accidente, de una enfermedad crónica o aguda. Esto incluye desde dolor de espalda hasta ceguera. Más aún, según este estudio 2,3 mil millones de personas (1/3 de la población mundial) tiene más de 5 enfermedades. Estudios nacionales como CASEN Salud 2013, Encuesta Nacional de Salud 2010, encuestas del Instituto de Políticas Públicas de la Universidad San Sebastián, coinciden en las líneas gruesas con lo publicado por la revista británica. Es decir, el estado descrito como ideal hace 70 años simplemente no existe. La mayoría de las personas convive con una limitación de salud, y el desafío es cómo enfrentar un proceso nuevo en la historia de la humanidad: envejecer con enfermedad.
María Teresa y sus amigas dan algunas claves, mientras comparten en una casa ñuñoína: revisitar aquellas cosas que dieron alegría ("no vivir DE, sino CON las fotos amarillas"); ayudarse hablando de sus enfermedades; preguntarse cómo y hasta cuándo quiero luchar; seguir y ayudar a entender lo que los médicos indicaron; cantar, jugar; traducir que mucho de lo que los profesionales llaman enfermedades son en realidad achaques, condiciones con las que se vive pero que hay que dejar tranquilas.
A medida que transcurren los años (y la película), se entiende que la frontera vida/muerte se difumina. Cómo prepararse para una muerte en paz, sin cuentas pendientes con nadie, dejando bien encaminados o encargados a los que se quiere no tiene respuestas en definiciones de una agencia internacional, sino mucho más cerca; en la familia, en los amigos y de repente, en una película que es verdadero arte.

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