A raíz de la promulgación de la Ley de Unión Civil en abril -que entrará en vigencia en octubre próximo- surge nuevamente el tema del reconocimiento social a grupos de la población, lo que incluye avanzar en contra de la discriminación y promover el respeto de sus derechos humanos. El siguiente texto fue escrito por el psiquiatra Juan Andrés Mosca.

Lo sucedido al adolescente Daniel Zamudio tiene gran impacto social en Chile, debido que hace evidente una realidad cultural nacional y nos obliga a visualizar un problema latente en nuestra sociedad.

La homosexualidad es una condición de orientación psicosexual que ha acompañado a la humanidad desde el origen de nuestra especie y que más allá de las condiciones medicas involucradas -que no explican ni un mínimo porcentaje de la distribución demográfica- se trata de un elemento fundamental de la configuración de la identidad de las personas y en ello están involucradas variables biopsicosociales en interacción y desarrollo. Esta condición, lejos de considerarse una patología, es considerada una variable de la normalidad, que tal como otras orientaciones puede llevar a un desarrollo integral del individuo y a un desarrollo pleno.

Culturalmente las minorías poblacionales han sufrido discriminación y maltrato por el simple hecho de ser distintas a lo frecuente; luego se han estructurado diversos discursos ideológicos que han sostenido esa discriminación y validado la violencia, lo cual ha significado violación a derechos humanos que han comprobado repetidamente la invalidez de esas hipótesis y una reacción social que permite la inclusión de las minorías, siempre desde una respuesta a las atroces violaciones de derechos humanos acontecidas.

Los jóvenes agresores en este caso son también pertenecientes a un grupo social discriminado y estereotipado, siendo ellos conscientes de aquello, y presentan un repertorio conductual violento como estrategia de adaptación social en los contextos adversos donde se han desarrollado, asociado a traumas psicológicos, trastornos del vinculo temprano, daño orgánico cerebral y la falta de estimulación cognitiva que ocasionan un desarrollo biopsicosocial comprometido en forma severa.

Se colisionan en el homicidio las circunstancias en las cuales la dinámica social de violencia y discriminación se hace explícita en manos de jóvenes impulsivos y violentos que desatan su frustración e ira contra un joven, a quien tan solo se le atribuye un estigma social como justificación del homicidio.

No podemos ahora simplemente condenar a los agresores, sin visualizarlos también como víctimas de un sistema social enfermo y que los ha agredido en su historia de desarrollo y no les ha dado las oportunidades de desarrollo para lograr una adaptación social adecuada, y que por otro lado ha mantenido un discurso cultural homofóbico que valida la violencia de genero.

Una vez más -tal como sucedió con las luchas de derechos humanos, raciales, religiosas, étnicas- hoy día tenemos el deber de visualizar los derechos humanos de las minorías sexuales, declarando explícitamente no solo el respeto a sus derechos humanos, sino el respeto y la dignidad de su orientación sexual como una contribución a la sociedad y un miembro activo que debe ser reconocido en su condición.