A 5 años de la muerte de Daniel Zamudio

Decir que fue torturado por su orientación sexual, confunde y no conviene a la convivencia social. Como si la orientación sexual pudiese llegar a ser la causa de su muerte. Su muerte responde a un odio que se debe interrogar. Odio a lo distinto, a lo desconocido y a lo que se piensa que no debería tener lugar en la sociedad por su supuesta anormalidad.

Lunes 27 de marzo de 2017

A 5 años de la muerte de Daniel Zamudio
escrito por

Carlos Barría, coordinador Centro de Estudios y Atención Psicológica USS

Daniel Mauricio Zamudio Vera murió en la Posta Central el 27 de marzo de 2012 a la edad de 24 años, tras haber sido atacado y torturado por 4 jóvenes cercanos en edad. Fue torturado, pues sufrió una fractura expuesta de tibia-peroné, TEC, lesiones múltiples en zona facial, tórax y dorso, además de quemaduras de cigarrillo y cortes en forma de esvástica. Fueron 25 días de agonía hasta que falleció. 

Decir que fue torturado por su orientación sexual, confunde y no conviene a la convivencia social. Como si la orientación sexual pudiese llegar a ser la causa de su muerte. Su muerte responde a un odio que se debe interrogar. Odio a lo distinto, a lo desconocido y a lo que se piensa que no debería tener lugar en la sociedad por su supuesta anormalidad. A partir este doloroso hecho que trajo tardíamente una ley antidiscriminación, propongo reflexionar en torno a la posibilidad de un lugar social para la diversidad sexual. 

En un rápido análisis sobre los argumentos detrás del rechazo a la diversidad sexual, en general, se encuentran premisas naturalistas y religiosas contra las llamadas “minorías sexuales”. De ellas se desprende una concepción esencialista sobre lo sexual, es decir, a-histórica e inmutable que sitúa lo sexual como una naturaleza anterior a la cultura y a cada ser humano, frente a la cual cada uno debería ajustarse a lo que se espera de él, para no caer dentro del saco de la anormalidad y de la desviación. De aquí surgen una serie de valoraciones morales que organizan las relaciones sociales y lo que estaría permitido pensar o no en términos sexuales. 

La práctica del psicoanálisis me ha enseñado que no existe una norma sexual y que no hay relaciones sexuales entre los sexos que estén aseguradas por la biología. No habría una norma, porque cuando uno escucha a dos personas que comparten la misma identidad sexual, la misma orientación sexual y se asemejan en su expresión de género, cada una tiene sus propias fantasías, sus propios ritmos y sus propios matices en sus gustos sexuales. Más bien, encontramos particularidades en cada historia, que hacen arribar a una determinada y singular posición sexuada, lo cual establecería que la diversidad sería más bien la norma. 

En los animales, basta que el macho se encuentre con una hembra de su misma especie para que se produzca un acoplamiento, a eso le llamamos instinto. Pero los seres humanos necesitamos una serie de soportes culturales, ritos, decisiones, fantasías y otros elementos, que nos llevan a inventar la relación sexual. Esta complejidad además, hace que la idea de lo “sexual” albergue toda una serie de elementos humanos que pueden llegar a ser incluso contradictorios. 

En conclusión, lo que tenemos es que la diversidad sexual es propia de los seres humanos. Por tanto, no es exclusiva de una minoría. Ojalá que estos días de dolorosa memoria nacional, nos lleve a repensar nuestros espacios sociales y la inscripción que ya tiene la diversidad sexual en ellos. Ojalá que el odio a como goza sexualmente el otro distinto, encuentre un apaciguamiento cuando cada cual se pregunte por la forma en que ha inventado una solución con respecto a su sexualidad. 

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